Por Emilio Nazar Kasbo
Algunos creen que un
Tambo depende de cuestiones que pueden resumirse en mediciones exitosas. Creo que es un error.
¿Acaso el Tambo no debe
tener mediciones exitosas? ¿Acaso no debe rendir muchos litros con mucha grasa
butirosa y proteínas y con vacas que gozan de buena sanidad y condiciones
higiénicas en la sala de ordeño, sumado a una buena dieta alimenticia?
Todo eso es medible,
pero en realidad, no es un resultado sino una consecuencia. Es decir, ¿puede
hacerse un trabajo que engañe el resultado pretendiendo un proceso de
excelencia cuando éste no existe? La respuesta es que sí.
Basta pensar en que un
tambo que carece de un ordeño higiénico o en el cual se producen
irregularidades de diverso tenor, puede de pronto arrojar excelentes
resultados, suficientes para engañar a algunos, pero que durarán tanto como la
ineficiencia de base que produce las irregularidades. Por ejemplo, un Tambo que
ordeña de promedio mil quinientos litros diarios, de la noche a la mañana puede
rendir cerca de tres mil quinientos, con una eficiencia de dos mil litros más.
¿Cuál es la “fórmula mágica” que lo permitiría? Fácil: la incorporación de nuevas
vacas que rindan más litros de leche por sobre el promedio, que aumentarán las
cifras productivas tamberas.
Hay quienes creen que
los pies pueden guiar a todo el resto del cuerpo humano hacia algún destino que
no es capaz de determinar, porque es descartada la cabeza como fuente de
orientación. Cuando la táctica es antepuesta a la estrategia y al plan, no
queda más que un pragmatismo que puede traer gravísimas consecuencias a largo
plazo, a costa del efímero éxito actual.
El Tambo no es un
emprendimiento económico en el cual su centro es la producción láctea, donde
hay una sala de ordeño que debe ser higiénica, con higiene en la conservación
de la leche ordeñada, y con extensiones de pasto y buenas raciones para
alimentar y aumentar la productividad de los bovinos.
La visión de esto
necesariamente debe cambiar. El Tambo es un grupo de personas, un equipo
humano, que combina al Propietario del campo con el Tambero y su personal en
una amistosa comunidad para administrar en respeto a la naturaleza el manejo
productivo y reproductivo de los bovinos, para obtener la leche que servirá de
materia prima básica para la elaboración de la venta de leche o de otros
productos que se basan en la industrialización láctea.
Hay dos polos humanos
en esta consideración: el equipo humano del tambo, y los consumidores finales
de productos lácteos como último eslabón de la producción de leche, su
industrialización y su transporte. Si el Tambo falla en cualquiera de estos
ámbitos, por más que tenga buenos números, buenos parámetros, índices e
indicadores, habrá una falla de base porque humanamente no sirve para el
crecimiento y desarrollo de parte o de ninguna de las personas intervinientes
en la cadena productiva.
Es decir, el mejor
tambo, es el que tiene el mejor equipo de amigos trabajando amistosamente para
respetar la naturaleza y así obtener los mejores resultados. La mejor sala de
ordeño con las mejores vacas, el mejor campo y condiciones climáticas con la
mejor dieta vacuna, serán desaprovechados o incluso víctimas de un grupo humano
resentido, incompetente o dañino que meramente especula con un resultado ajeno
al orden productivo, porque todo lo acaba midiendo en parámetros financieros.
Toda Administración no
es una cuestión económica, sino humana, de orden moral, de buenos hábitos en la
distribución de los bienes. Siguiendo ese criterio, la Administración de un
Tambo también involucra un problema moral, y las decisiones son las que sellan
la impronta del sistema productivo adoptado.
¿Quiere Usted conocer cómo es su moral? Sólo revise cómo es el trato humano en su tambo, cómo lo administra, y podrá sacar las consecuencias.
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